jueves, 19 de febrero de 2009

SENDERO DE LA NOCHE


POR FREDY GALVIS CIFUENTES

Revista Común Presencia 19

Las calles inconclusas, heridas, desplomadas, aquellas que sólo vislumbran el descenso, constituyen la geografía poética de Sombra embestida, un alfabeto de condenas sucintas en el que el poeta colombiano Hernando Guerra (Armero 1954), le apuesta al encuentro con la serpiente, con el miedo, con los fantasmas que nos habitan. Las posibilidades cromáticas de este escenario develan el sendero hacia la elección: “de los escombros elige el que te guste. Sólo tú sabes el color de tu miseria”. La bruma habita incesante, sus rostros poseen el secreto y el poeta errante interroga los escombros, con la certidumbre de que tal vez allí halle el asombro.

El título sugiere el hallazgo impetuoso con la sombra en una escena de existencialismo trágico. Los espacios conducen a la condena y el poema interroga al momento:

La noche, la soga, el cuchillo, el poema.
La sombra, el nudo, el filo, la palabra.
Si condenados a morir, ¿importa el verdugo?

“Hernando Guerra tiene la sabiduría de crear un “miedo universal” sin formas ni límites”, dice Juan Ruíz de Torres en el prólogo. Y es que el poeta socava los caminos en los que la única presencia es la bruma: tal vez sea el miedo el quinto punto cardinal hacia el que el hombre, extraviado y lleno de vacío, se dirige. Thanatos no es el final, es la senda del errante en cuanto “pasajero del cosmos dispuesto a descender en la estación de la estrella apagada”. El sueño –Hypnos - , gemelo de la muerte en la mitología griega, acompaña este transitar, en el que cada paso es argumento en la necesidad del asombro, de la fuga, de la nostalgia del alma que anhela saborear el abismo y saberse habitante de la dicha intacta:

Descendemos por la noche erizada hasta el fondo del
abismo, para sacar a flote un laberinto, quizá el asombro.

El sueño es uno de los lados de la esquina, aquél que desconoce la vigilia y la elección del poeta. Sólo en el sueño se des-cubre lo que el otro lado encubre, pues al recorrer las vías de la sombra y de la duda existe la posibilidad de lo arcano que limpia la bruma. No se trata de indiferencia entre los lados pues, en últimas, están unidos; de lo que se trata es de buscar en otros caminos las razones que justifiquen la incertidumbre de la existencia. La vigilia es el marco del ensayo, de la explicación, de la certeza; el sueño lo es de la poesía, de la pregunta, de la seducción. El poeta elige la luz de la noche, elige, al igual que el título de su anterior poemario, la ciega luz.

La noche nos presta sus alas en la fuga por los
espacios azules del sueño, pero la luz de la vigilia
nos hace de nuevo prisioneros, nos amputa el vuelo,
nos llena la boca de silencio.

El escenario de la devastación lo constituye la ciudad en cuanto espacio de muerte y profanación; allí, donde surge el progreso deviene el crimen. Entonces constatamos que el gris acompaña la soledad, la niebla, el incesante vagar y el inexorable retorno el final. Sólo allí donde el hombre busca a alguien que lo nombre, donde marcha solo entre la gente, se sabe residente del rojo, de la mano que acaricia violentamente y de los surcos de las lágrimas, que han borrado rostro y máscara. Calles y avenidas exhalan huellas de los errantes, de aquellos que se buscan. Versos como los siguientes confirman las llagas avivadas: cruzamos la noche por calles inconclusas; desde el primer poema exiliados en esta ciudad que se desploma; la ciudad cambia de nombre, se pierde con nosotros calle abajo; no hay lugar, ni deseo ni sueño. Sólo esta avenida sin distancia. Esta calle de polvo que desciende; calles de todos los colores rumbo al abismo. Y mucho más intenso es el poema Ciudad:

Quien camina a nuestro lado, ¿qué crimen cometió hace un instante?

En la desolación permanece el arcano del silencio., el viento. Su presencia universal trae noticias, no obstante “nada dice el viento que lo sabe todo, porque nadie pregunta y todo calla”; el poeta está llamado a interrogarlo. Este elemento, transeúnte del mundo que arrecia o susurra, contiene en su vientre los gritos de todas las edades, el lenguaje de todos los pueblos, todas las noches de expiación, todas las palabras que tejen poesía, todo el silencio de Sombra embestida.