viernes, 2 de agosto de 2013

INÉDITO DE HERNANDO GUERRA TOVAR

La escalera

Por la escalera del poema, el poeta alcanza el alba o el ocaso.
Porque arriba como abajo, el verso revela, el peldaño ilumina.
Por la escalera del poema. Mas hay poetas  que sólo llegan a 
claroscuro, lugar entre el sol y la luna, a mitad de camino de la
luz o la sombra. Unos aceptan la medianía. Otros envidian el
tramo que les resta y derivan en aúlicos, imitadores, plagiarios, 
ubicuos, mercachifles, proxenetas de concurso. Por la escalera
del poema, la palabra salva al poeta o lo condena. En todo caso
el verso, como el peldaño, es inocente. 

(Del libro inédito Cosas de la poesía)




jueves, 12 de julio de 2012

EL DESFILADERO: sintomatología del desastre

Por: Hernando Guerra Tovar

Un desfiladero no es pasarela, ni tiene que ver con silicona. Es la fila de los notables venidos a menos en las tareas del ocultamiento y la disociación, y la fila para pagar los impuestos, hecho rotundo de diligencia estatal a la indigencia. Un desfiladero es la eterna hilera de autos en atasco, y la del banco, larga como la voracidad de los banqueros, que envilecen toda forma y contenido del ser.

Un desfiladero no es pasarela, ni tiene que ver con silicona. Es la procesión de semana santa, y la serie de beatos y de Santos que pululan acatando tentaciones, promulgando milagros. La marcha interminable de hombres y mujeres por las calles de este país perplejo en el que nos matamos los unos a los otros, hecho probado de lucha contra la oligarquía corrupta, donde algunos protestamos, otros duermen o derrochan, los menos atesoran y los demás pescan en río revuelto, anuncia un desfiladero: la fila de los invidentes que sufragan por los candidatos y los partidos de turno, es decir de siempre, y la de los que naufragan en las consecuentes aguas putrefactas de la traición politiquera.

Un desfiladero no es pasarela, ni tiene que ver con silicona. Es la hilera de acceso a los estadios y la guerra entre fanáticos por una camiseta, un gol más o un gol menos, y la fila de los infieles a Dios en las iglesias, ávidos del cuerpo, de la sangre y de la cruz, como si la historia de la nación no fuese un reguero de sangre, de cuerpos y de cruces. Un desfiladero es la formación de los ejércitos regulares e irregulares para la guerra fratricida y los desfiles en las fiestas patrias ostentosos de muerte, y la hilera de tugurios en las noches, con sus luces como grandes pesebres...

Un desfiladero no es pasarela, ni tiene que ver con silicona. Es la lista cada vez mayor de desempleados y de empleos subnormales y la pauperización creciente de la población, el cierre de hospitales y de “Empresas promotoras de salud”, el número de muertos por falta de atención en las clínicas, y la proliferación de fundaciones universitarias de precario nivel, al amparo de un régimen oscuro y laxo de privatización.

Un desfiladero no es pasarela, ni tiene que ver con silicona. Es la fila de los desconcertados padres de la patria en los medios de comunicación después de la traición a la patria, y la hilera interminable de desplazados de la tierra, despojados, amenazados, masacrados, ignorados por ese mismo legislador que legisla en beneficio propio porque compró el voto. La cadena de sucesos que definen al hombre de la modernidad colombiana es un desfiladero, conjunto de actos de barbarie, de canibalismo, de magnicidios; probados todos en la fe financiera, en el vasallaje, el coloniaje, el imperialismo, el ultraje, las buenas costumbres, el decoro, el protocolo, el maridaje, el andamiaje, la mentira, la trampa, la usura, la mesura, la desmesura, la mensura, el rasgarse las vestiduras, el maquillaje, el pillaje, la comisión de conciliación o sea la maldición, la diplomacia, es decir la hipocresía, la presidencia, es decir la diplomacia.

Un desfiladero no es pasarela, ni tiene que ver con silicona. Un desfiladero, señores, es todo lo denunciado aquí y algo más: es lo que predice el verso iluminado de Martí o de Cardoza, de Vallejo o de Hernández, de Neruda o de Vidales o…, un paso estrecho entre montañas, una fila india, una bella india de nuestro continente otrora ultrajado, ahora oprimido, por el Imperio y el Estado sometido en el nombre de Dios y de todos los Santos. Un desfiladero es una línea delgada, delgadísima, un precipicio; un desfiladero es la privatización de la banca, de la educación, de la salud y de la justicia, de la injusticia contra la justicia; un desfiladero es esa reforma que legitima la corrupción, que legisla en pro de la criminalidad, que le abre las puertas de la cárcel a los atracadores del Estado y le llena la panza ya repleta al sector financiero .Un desfiladero, señores, es todo esto, aquello y algo más. Es latencia, es asechanza. Es lo que le resta por suceder a la nación, si el constituyente primario no aprende, de una vez por todas a elegir. La justicia, aun herida de muerte, prevalece, pero el corrupto, aun desenmascarado, también prevalece, bajo nuestra extraña complicidad. Un desfiladero no es pasarela, ni tiene que ver con silicona.

jueves, 15 de marzo de 2012

EL ÉXITO DEL FRACASO O LA GENERACIÓN FALLIDA



Por: Hernando Guerra Tovar

“Si hubiese sido posible erigir la Torre
de Babel sin subir por ella, su construcción
nos hubiese sido permitida.”
Franz Kafka


Tal vez el mayor reconocimiento que se le puede hacer a una generación estética es su fracaso frente al sistema de producción, cualquiera sea la fuente política, religiosa o filosófica que lo sustente y el orden económico mundial de su momento histórico. Y no puede ser de otra manera toda vez que la poesía es crítica en su esencia y entre más distancia o resistencia tome respecto de la sociedad, mayor es su posibilidad de fallo. El éxito del sistema económico y político es directamente proporcional al descalabro de la posibilidad artística.

En este contexto se sitúa la auto denominada Generación Fallida, grupo que dirige el Poeta, escritor, abogado y divulgador cultural Juan Carlos Céspedes Acosta, con sede en Cartagena de Indias y en el Portal la Urraca de la Red, integrada por los poetas y narradores reseñados, quienes publicaron en Ediciones Pluma de Mompox S.A de Bogotá, la antología que lleva su nombre.

JUAN CARLOS CÉSPEDES ACOSTA

Un sentimiento de ironía recorre la palabra de Juan Carlos Céspedes Acosta. El ser constreñido por el entorno, por una realidad excluyente que lacera su esencia, es en este autor motivo poético del que observa y denuncia. El lector encuentra en su poética la marginalidad del ser, su devenir histórico de aislamiento. Tal vez la separación ontológica, el pecado genésico, concurra en la poesía de Céspedes Acosta para recordarnos la tragedia del hombre enfrentado a sí mismo. La ausencia como principio de escasez predomina en sus textos. La soledad del poeta, la inanidad de su accionar en un mundo que no le acepta, que no le lee, que ni siquiera asiste al recital gratuito en donde anhela compartir su sueño, es la soledad del hombre, la escisión, la fragmentación del ser, el rechazo del otro: “Sólo han venido cinco chicos a escucharme / Para nadie fue noticia la lectura de mi poesía / alcé mi mano libre y dije // De aquí no se va nadie / Que ahora somos suficientes.”, (5 pm Patio / Poesía). Poemas como “El último héroe”, “Mi último atavío” y “Cabina 12”, son tres cantos tristes, casi Elegías, de una misma angustia existencial, el desamparo del hombre en un entorno de separación y distancia: “Carpintero / Olvida en tu memoria la madera / Espera que vuelvan los ojos de buscarme / Cuando veas claveles en mis manos / Sabrás que puedes reiniciar tu tarea.”, (Mi último atavío). El destino de Sísifo no es diferente al destino del leproso, al del poeta, ni al de nosotros. Todos asistimos al mismo castigo, pero más que un castigo de los dioses, esta condena habita en nuestras propias conciencias. Cuando el hombre es consciente de su destino, empieza su dolor. Pero el dolor, como dijera Camus, hace posible también la dicha en términos de propósito: “No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.” Y el poeta Céspedes Acosta, en su palabra diáfana como la luz de la noche, nos dice:” Quizás lo que realizamos piedra arriba / sea el eterno descifrar del paso olvidado / donde encontraremos las claves precisas / para que algún día la roca ocupe su lugar en la cima” (Sísifo).

RUTH PATRICIA DIAGO

Una poética del cuerpo entre la cotidianidad citadina es el cuadro que nos presenta la palabra de Ruth Patricia Diago. Un mundo de alegría fluye en sus versos en un lenguaje ágil, libre y decantado. La fiesta interior del ser extiende su flor cálida de sol y brisa. Si extender es el verbo del amor en contraposición al miedo que induce proyectar, entonces aquí hay amor percibido en el entorno feliz del tiempo: “Olaya y sus ruidos / rodeando las mejores horas.” Cuando hay paz interior el mundo sobra, parece decirnos la poeta. “Y este cuerpo que recicla sus placeres / es servido a voluntad y sin remilgos de tiempo.,” puntualiza en Abstracciones de lego, texto en el que, como en los otros de la muestra, el tiempo discurre hecho motivo. El tiempo es cambiante. Ello lo diferencia de la eternidad que es inmutable. Por eso la alegría iniciática se trastoca en angustia en Rescoldos, donde Ruth Patricia enseña su perfil existencial: “Sólo resta el desencanto / irrefrenable de tantos años.” Y la cotidiana vida de uno y de Ellos, los otros. El tendero, la cama, la caja de fósforos, las bolsas para la basura, las prendas interiores, el padre y Vivaldi; universo coloquial, sencilla vida en un erotismo sutil que fluye gracioso. Ellos, los otros, cumplen la cita del ritual entre la hierba “en busca de luz”. Bello relato erótico entre el tiempo del ser en su plenitud del entorno sencillo de las cosas propias y del otro, la poesía de Ruth Patricia Diago.

GONZALO ALVARINO MONTAÑEZ

Contención, precisión, el sentido semántico que se extiende en la percepción del lector, virtudes de la palaba breve en que se expresa el mundo interior de Gonzalo Alvarino Montañez. Rica en imágenes, fluida, entre lo onírico y lo real, enlazada a la sencillez de las cosas cotidianas, esta poesía nos va mostrando el mundo como en un prisma en donde la luz es atravesada por una lluvia lenta, sensual: “La luz te busca para ser más luz en tu cuerpo / intenta besarte / entra por el espejo / se detiene en tus pies / descubre un camino / levanta la sábana / sé que estás allí para unir la mañana.” (Prisma). Cada poema es una provocación, un contenido cierto pero expectante, un eco sugerente. El Yo poético se desliza entre un Tú que invoca y evoca en el entretanto del diálogo que formulan las gotas, los pájaros, los insectos, el árbol, la luna sin incógnita, el acontecer de las cosas raras, pero comunes al fin, diría. Hay una simetría, una correspondencia entre lo visible y lo invisible, entre lo diurno y lo nocturno, una lúdica que agrada, que atrapa. Tal vez esta palabra tenga su fuente en la “santísima trinidad italiana”, como la denominara el mismo Montale, así como en la bella tradición de la poesía china. Pero Alvarino Montañez le agrega la gracia caribeña, la cadencia, el fluir que le da un toque de naturalidad, un dejo de autenticidad bastante original entre el grupo de esta muestra: “Esa extraña manera de contar pájaros / y acariciar insectos con tu voz / despierta la mañana / Tus pies iluminan las escaleras / La reja que nos separa cede a tus manos, / en tu mundo de un solo árbol / todo es posible.” Y la metafísica del tiempo: “Morir como Li Po / con la certeza de una pregunta sin respuesta. O, en el mismo texto, Poemas de tres centímetros, estos versos que dejan una sensación de extrañeza, de distancia cercana: “Las piedras tienen mucho que decir / y sin embargo guardan silencio.”

ROSEMARY MACIÁ VILLANUEVA

En la voz de Rosemary Maciá Villanueva la sátira poética es un instrumento para retratar el entorno colmado de prejuicios de una sociedad pacata. En un lenguaje sencillo y despojado la autora denuncia la hipocresía, las anacrónicas costumbres enquistadas en el hombre contemporáneo. Figuras de autoridad moral en entredicho interno. La maestra de escuela que odia los niños, el sacerdote que “nunca ha creído en el rito que oficia”, la esposa que sorprende a su marido en tentación, el hombre que alcanza la senectud cultivando virgen una sagrada perversión. El ritual de la eucaristía es aquí motivo de reflexión sobre el celibato, la fe, la tentación, el hecho mismo de una dicotomía interior, el eterno conflicto del hombre en su condición instintiva enfrentado a un canon religioso que le comprime. En el trasfondo de la situación ética el individuo es presa de la culpa como condena al pecado que se convierte en delito continuado: “Qué hacer ahora / a sus cuarenta años / cuando ha probado la carne / Cómo seguir. De dónde sacar fuerzas / Acaso de ese cáliz lleno de vino / que no se convierte en sangre / (…). Un aliento de transgresión recorre esta poesía. La sospecha observa siempre al sujeto y deriva en juicio. Cada comportamiento en auto condena. La fuga definitiva de Antínoo a orillas del Nilo quien en virtud de la ironía y del imago poético renace o florece en el Camellón de los Mártires de Cartagena de Indias, lugar emblemático del sacrificio político: “Huye Antínoo / Resérvate para Adriano / Ya ves que Calígula y los otros / se pelean por ti / Ellos se creen los dueños de la ciudad / Ellos y sus máscaras / Huye y no tropieces / con los bancos de madera / Ya sé que está oscuro / y el canto se quiebra / pero tú eres ágil y hermoso / no permitas que te alcancen / en el Camellón de los Mártires / tu mundo es otro.”

CELSO MONTOYA PALENCIA

En textos breves de corte erótico la palabra de Celso Montoya Palencia se desenvuelve en un lenguaje sugerente como profecía del cuerpo siempre ahí. El Tú es principio y fin de esta poesía envolvente. Cada poema es encuentro y reencuentro, ausencia tangible en el olor de la piel y sus dones: “No me nombres / pero dame a oler tu vestido / donde viene envuelto tu pasado.”, (Así es como te conozco). La evocación del deseo hecho caricia llega al tiempo que es ahora o eternidad consumada. Todo confluye en la intención del placer que se prodiga en inocencia: “Sus brazos se escaparon / por la hendija de su pecho / y brillaron en la boca del deseo. / Su lengua / con el olor que devoraba del aire / casi toca mi cuerpo / y mis labios se saciaron lamiendo su pudor.” (Principio de un fin). Se convoca aquí una fiesta de los sentidos que se intuye desde el conocimiento mismo del misterio en la mirada permanente: “Mi cuerpo es una fiesta. / Pásame la lengua.”, (Haz conmigo una fiesta). Tiempo y espacio que se ofrece en el acto como una historia de camas, piernas abiertas, caderas, dedos, lenguas en la propicia singularidad del abismo. Se prodiga una cierta magia en la curvatura del instante: “Una cosa es que te lleve en el bolsillo / otra que te saque del mismo como pañuelo”. El Yo poético de Montoya Palencia, como una luz, encuentra eco y se extiende por la hora en la pequeña abertura del milagro, remolino de locuras, explosión al fin, plenitud hecha palabra en la piel de su amante: “Sus huesos se retiraron a lo profundo / solo quedaron sus carnes / asomadas a la pequeña abertura.”

ALICIA NORMA ALAYÓN

Tres relatos bien estructurados sirven para darle una mirada a la narrativa de Alicia Norma Alayón, que se desenvuelve en un lenguaje sencillo cargado de poesía: “Sin azúcar”, “Manos”, “Otoño”, historias donde la tensión de la palabra gana lectura desde el comienzo. En “Sin azúcar”, el título denota la amarga enajenación de una mujer que regresa al sitio de siempre, ordena dos cafés, el mesero vacila, se repite la orden, “obvio, siempre han sido dos, desde aquella mediatarde…”. Susurra la torpeza del mesero, siente la caricia de la pierna por debajo de la mesa, y la reflexión que sustenta la historia: “Desde el primer día supe que eres para siempre, a pesar del mundo, a pesar de esas construcciones sociales que limpian sus uñas en las carnes ajenas”. Diálogo abierto con su amante. Miradas. Extrañeza de la gente. Al caer la tarde el mesero lleva la cuenta, mira de reojo el café frío y dice: señora, él tampoco vendrá hoy y ya es hora de cerrar”. Es la historia de la ausencia, del desencuentro en donde el final sorprende al lector. “Manos” es un monólogo poético en que el título sugiere el texto que fluye ligero en la relación cotidiana de hechos amorosos enlazados en la caída paulatina de cada uno de los dedos: “Ahora alguien me ha dicho que es un defecto genético, pero no lo creo. Yo creo que saltaron de mis manos, porque eran ágiles y fáciles para la caricia.” La caricia es principio y fin del relato. “Otoño”, el cuento más poético de los tres, narra con fluidez irónica la enajenación de quien recluida en un sanatorio ve pasar las escenas amorosas de un Tú que es árbol en la caricia de la brisa, su amante, la protagonista de esta bella historia bajo el efecto de los sedantes. Alicia Norma Alayón configura en esta breve muestra una narrativa poética limpia, estructurada, con buen manejo estilístico, sugerente, con unidad temática, un Yo en diálogo que a la vez es monólogo de la locura, de la ausencia, de la caída, del devenir, de la palabra cierta de un universo profundo, psicológico, pleno de sorpresas y encantamiento.

MARIO ALVIZ

Un misterio revelador de los dioses converge como oráculo en esta breve muestra poética de Mario Alviz en la lectura atenta de tres textos, dos de los cuales asumen la poesía en verso y el tercero que la vierte al relato. El poeta conspira contra la anécdota de una cotidianidad tensa en la simbología propia del arcano y su significado trascendente para propiciar la palabra suelta, coloquial, en donde la impaciencia es atadura, nudo de las cosas, alerta de los sentidos, acaso presagio del silencio. Si función de la poesía es re-crear, aquí se construye el hecho mismo de una costumbre inveterada, ancestral como el ser mismo que la invoca y que se torna guía en el azar, lámpara en el camino del instante petrificado. Un tono erótico, común en varios de los reseñados, habita esta palabra, en el que el Yo poético se abisma en la penumbra, en las “estrías de tu oscuridad”, como fuente de placer no exento de dolor. Puede decirse que todo placer deriva dolor en el acto amatorio y que se requiere una mordaza que acalle el grito de la memoria o al menos el del silencio: “Mis manos vagan / de la cintura a tus senos / muerdo tu cuello / sólo para robar / tranquilidad a tus míseros dioses.”, (“Intimidad). “Fiona” es un relato urbano, una pequeña tragedia de la modernidad, consecuente con la realidad más inmediata de nuestra dolorosa cotidianidad, el hecho desapercibido de los seres anónimos, pero que el poeta observa y reseña, describe casi de manera psicológica, como en una crónica de lo previsible, triste noticia de cada día en cualquier lugar, a todas horas.

EDISSON DUARTE

Tensión que deriva en intensidad, en subjetivismo; narración sostenida de principio a fin, sin caídas, en lenguaje sencillo, directo, articulado; buenas historias; son virtudes de la narrativa de Edisson Duarte en esta muestra, virtudes predicables de todo buen escritor de cuento. Germán Espinosa decía que “Sin una historia verdaderamente digna de contarse, emprender esa aventura sería como apelar a un trasatlántico para cruzar un charco o un yumbo-jet para atravesar la calle.” Bajo este presupuesto “La fea”, “Cirugía plástica” y “Genoma humano”, constituyen historias normales del acontecer humano, material que el autor trabaja concienzudamente en busca del resultado requerido. Hay una ironía subyacente, un humor fino que enaltece, en el tratamiento que Duarte le imprime a sus historias. Aquí la poesía no cabe, y tal vez ello explica el tono de ironía. El elemento psicológico, ostensible en cada uno de los cuentos, es parte del atractivo, diría primordial para su desenvolvimiento y desenlace. Un comienzo preciso, afilado, con la contundencia del estilo indispensable en la elaboración del entramado, es manifiesta: “Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando la vi, (…), esgrime en “La fea”. La siguiente frase desencadena la urdimbre: “en ese momento no sospeché lo que el destino urdiría en mi contra.” Este cuento da cuenta del manejo estilístico del autor que se mantiene seguro durante todo el relato, conservando el pulso, el monólogo interior, el arranque inicial, hasta un final que consigue sorprender al lector. El mismo tratamiento ocurre en “Cirugía plástica” y “Genoma humano”. Los tres comparten el lenguaje sencillo y fluido, la verosimilitud del argumento, el tema urbano, el pulso, la tensión, el aspecto psicológico, la calidad narrativa. Un elemento subyacente, formador, es común a las tres historias. Hay que resaltar la temática, que se aleja de la desafortunada tendencia actual de la narco narrativa.

EDGARDO HERRERA

Hay oficio en la narrativa de Edgardo Herrera. Los trabajos incluidos en esta muestra denotan un hacer paciente de artesano de la palabra, así como la vocación necesaria para acometer tal propósito. Su escritura refleja un acontecer tallando la piedra de la imaginación, afilando la técnica, consultando oráculos, indagando el asunto, investigando la materia de su obsesión. Los temas escogidos son de carácter universal en su sencillez pero también en su oscuridad. Observamos aquí economía de recursos y de lenguaje. Objetivismo y subjetivismo enlazados en una palabra que es a la vez figurada y hermética. “Mr. President” es un texto críptico en el que Herrera hace gala de sincronismo, economía del lenguaje y un tono poético que gana en atractivo para la lectura en tanto la ambivalencia en sus dos acepciones: como interpretación y como sentimiento.” Los zapatos de Simón”, es un cuento breve, ágil en su desarrollo, con una descripción apropiada y apretada a la extensión y a la velocidad de la narración, con la verosimilitud que da una historia común de cualquier ciudad en donde se presenta un accidente de tránsito con muerto. El atractivo de este cuento se da en el aspecto psicológico cargado de poesía: la actitud emocional de las personas que rodean el cuerpo, de curiosidad, estupor, y repugnancia frente a los olores, en contraste al sentir de Simón quien “extasiado entre el gentío, contemplaba absorto los zapatos del muerto, y se imaginaba radiante, luciéndolos un sábado por la tarde.” Este elemento narrativo, la actitud de Simón respecto de los zapatos y todas las descabelladas pero graciosas ideas que se le ocurren, cubre la mayor parte del texto, desde el título hasta el final, salvo una rápida introducción de tres líneas. El desenlace, fluido y consistente, deja sin embargo una afortunada, poética, sensación de vaguedad y extrañeza.


No sé si este colectivo constituya una generación en el sentido propio de tal denominación, la cual debe cumplir requisitos como la edad de sus integrantes, una postura ética frente a la sociedad, aunada a la calidad estética de su trabajo. De esto último estoy seguro. Existe homogeneidad en el nivel de la propuesta poética y narrativa de los aquí reseñados, en lo que a calidad se refiere. Hay en el trabajo de este grupo que dicho sea de paso, se mantiene casi anónimo, destellos de luz y de sombra propicios al desarrollo y crecimiento en tanto mantengan vivo su interés común y continúen la senda elegida de acuerdo a sus vocaciones particulares.
En una sociedad autista como la colombiana, en la que los grupos de poder condenan cada vez más al exilio las manifestaciones del espíritu, la labor emprendida por la Generación Fallida es loable y merecedora de todo entusiasmo.
La Generación Fallida, que somos todos, le recordamos a esta sociedad sombría la iluminada reflexión de Giuseppe Ungaretti, uno de los más importantes artífices de la esencialidad poética:

“Toda verdadera poesía resuelve
milagrosamente el contraste de ser
singular, única y anónima, es decir
universal.”

martes, 14 de febrero de 2012

EL TRASFONDO DE LA SOMBRA DE JAIRO ALBERTO LÓPEZ


Por: Hernando Guerra Tovar

El mundo que vemos es el efecto de nuestra proyección o extensión desde un yo oculto en el inconsciente. Todo está en el interior del ser. Percibimos el exterior en congruencia con nuestras más caras obsesiones. Fundamos el mundo físico. Ello explica la individualidad y el especialismo -el ego- en que el ser se debate desde la fabricación del cuerpo, el tiempo y el espacio –la forma-, la cual prevalece frente al contenido, en un universo de apariencias.

Desde esta premisa la poesía es un viaje que se inicia en la más profunda interioridad del hombre, constituyendo su tesoro más preciado: la autenticidad. Aquí está su valor. En este hecho afortunado radica su posibilidad humana, vindicadora del ser, del genuino ser con su carga de visiones, palabras en la forma, pero con alto contenido de silencio. El artilugio queda proscrito. Claro, como toda creatura, la palabra llega con sedimentos que el poeta debe limpiar, pero esta decantación no aparta la revelación primigenia contenida, y por lo tanto no traiciona la certeza interior, que es la verdad.

Es en este territorio donde El trasfondo de la sombra (Colección Los conjurados, 2011) de Jairo Alberto López, nacido en Aranzazu, Caldas, Colombia, en 1964, irrumpe con su itinerario de destellos. Ya en 2005 nos había sorprendido con El grito de los muros (Editorial Domingo atrasado), y desde entonces asistimos a la feliz comprobación de una voz nueva, que nos confirma la persistencia de la Palabra en una nación fragmentada, hecha de violencia, banalidades y retazos, en un tiempo casi detenido, inerte, como el poeta advierte en el poema Puente: “Tiempo congelado del río. / Señal de nuestros vacíos / ante el fugitivo horario del alba. / Puerto para migración de crepúsculos. / Evocas a mis suicidas / y precipitas / el último de los sueños.”

En El grito de los muros, el poeta Jairo Alberto López traza su derrotero por la palabra oscura, ávida de luz, que da cuenta de su sensibilidad, de su obsesión por el alba, en donde los colores transparentan la noche e inauguran el esplendor de la vigilia, lejos del agujero negro que le asedia: “Veo que mi soledad posee su escondite, / un hoyo negro en el infinito tal vez. / Posiblemente todavía me torture / con la primera aparición de la luz.” (Lobreguez). Y, es éste último verso el puente que cruza el río congelado de la vida para dar continuidad al símbolo en la noche infinita de su poética, en el segundo libro, El Trasfondo de la sombra. Aún la sombra le persigue y le perseguirá, y de ello somos beneficiarios sus lectores, secta invisible que le sigue para beber de las tinieblas el licor de su brebaje.

No en vano el poeta López arranca este nuevo poemario, que no es nuevo propiamente, sino la perplejidad de su devenir oscuro, con este verso: “Camino con la duda que los actos producen.” El poeta sabe que la incertidumbre es puerta al camino de un universo a otro, de un sueño a otro, que al final es el mismo. Si bien esta circularidad conduce a ninguna parte en términos metafísicos, en el lugar de la poética sí genera un movimiento que se traduce en el crecimiento de la propuesta estética: “¿Quién anda ahí? / -pregunto a la oscuridad-. / Nadie responde. / Cautelosamente / mi sombra se ausenta.” (La desnudez de la costumbre).

Si la sombra se aleja para regresar una y otra vez, también es cierto que hay un fluir cercano que el poeta contempla extasiado como para musitar estos versos estremecidos: “Un río transita frente a mi ventana. / (…) Nada veo después de esta imagen. / Soy yo tras mi sospecha.” (Sueño). Las preguntas que a la vez invocan, como una plegaria, el advenimiento de la luz, desde la profunda interioridad existencial que es, repito, constante en la breve pero esencial obra de López, concurren al acierto de su visión, o si se prefiere de su sospecha iluminada, elemento significativo en toda propuesta estética, aquí y en cualquier lugar, es decir, que le confiere universalidad: “¿Hacia dónde voy con este cuerpo / y su evocación? / (…) ¿Cómo reconstruir la memoria / que nos devuelva al primer nacimiento?

Poeta que se respete indaga su génesis. Esta mirada interior hace parte de su condición mística. La videncia que le es propia al artista se plantea en la certidumbre de su propósito revelador, acto de creación, y para ello se vale del candil, lámpara ancestral que encuentra luz entre la sombra más propicia, hallazgo o comunión necesaria en el esquivo silencio de la noche: “Ha empezado a desnudarme / la lámpara con la que busco mi orilla. / Sufro los días interminables.” (Oquedad). Y en el poema Candil: “En la casa / (…) ¿El laberinto que conduce hacia sus cuartos / conocerá el final de mis pasos? / (…) Allí mi cuerpo es lámpara: / refleja lo que contiene; / transforma mi alma para danzar / en la plenitud de los reencuentros.”

Como en la alegoría de Platón, El trasfondo de la sombra puede ser una caverna en donde se proyecta, distorsionado (toda proyección es irreal) el tránsito del mundo externo (- Entonces no hay duda-dije yo-de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados...) Aunque Platón lo expulsara de su República, aquí el poeta, como el filósofo, es el liberado que trae o lleva noticias de la luz desatadora de las cadenas de sus compañeros, pero nadie le cree, sólo su angustia: “Navego, pero una amarga ola / vive en mí como sombra maldita.” Así, el reencuentro de la libertad hace una pausa de siglos en el instante de la eternidad, se congela en el dolor de la ausencia, y entretanto la sombra prosigue su reinado: “La herida que cicatriza / se nutre con la herida que se inaugura.”

Con El trasfondo de la sombra, en una bella edición ilustrada por el mismo autor, prologado por la poeta, narradora, ensayista y gestora cultural, Amparo Osorio, la obra de Jairo Alberto López, incluido en la reciente Antología preparada por el Profesor Fabio Jurado Valencia, “Poesía colombiana 1931-2011” (Colección Los Conjurados), alcanza un nivel de madurez entre las más recientes voces, y le sitúa dentro de la tendencia contemporánea en nuestro país, que hace de la poesía un conjuro contra la dictadura de la sinrazón: “Aprende a concebir lo imperceptible. Despoja de su máscara a la muerte.” (Poeta).

lunes, 7 de noviembre de 2011

LA RESISTENCIA POÉTICA


POETAS DE LA LUZ ENTRE LA SOMBRA


Por Hernando Guerra Tovar


“Aquí han hecho de la poesía una religión
Aún este país puede salvarse”
Hans Magnus Enzensberger


La poesía es revelación, magia, conjuro, festejo, comunión, percepción, atención, meditación, silencio, escepticismo, misterio, caída, ascesis, pero además es fortaleza, libertad, resistencia espiritual frente a las tiranías interiores y exteriores del hombre. Desde la primera edad el hombre se ha valido del canto poético como atenuación de sus dolores, de sus búsquedas fallidas, de sus encuentros con lo desconocido, y más recientemente, ante las acometidas del Estado y de la Iglesia, la palabra poética ha sentado las bases de la liberación de prácticas que constriñen el ser del hombre y de las cosas.

La poesía entendida como religión, ha hecho frente a los embates del racionalismo y del dogma como medios de aprisionamiento de la conciencia individual y colectiva. La poesía como reflexión ha concursado con la filosofía en el intento de dilucidar las más profundas formulaciones existenciales del ser humano y su entorno. La poesía como aspecto psicológico y sociológico, ha alternado con esas disciplinas en la elaboración de conceptos del orden individual y colectivo en el estar y devenir del ser.

La poesía, la más alta expresión del hombre, que no de comunicación pero sí de comunión, reúne en su esencia todo el sumo del saber, y esta certeza le confiere o mejor le exige una postura de autoridad amorosa, firme y segura, de resistencia ante cualquier acto o tentativa en el terreno de lo conflictivo y caótico del pensamiento y accionar humanos: lugar sagrado que contempla, interioriza y resiste.

¿Qué sino resistencia espiritual han sido los diferentes istmos, el romántico, el surreal, el expresionista, el simbolista, el moderno, vanguardias todas que llevan implícita la consigna de liberación tras el rostro puramente estético de sus propósitos? La filosofía, la religión, la mística y aun la política, han sido en la historia nociones cercanas en sus intereses a la poética, en su contacto permanente con el hombre. Pero la poética ha sabido mantener distancia que la diferencia y la pone en órbita distinta, tanto en la forma y presentación como en el contenido de su discurso. La poética y la política no confluyen en el interés que las anima. La primera hace del hombre un ser vital que canta e indaga su génesis en el camino hacia la trascendencia. La segunda manipula las posibilidades del hombre en el arraigo, como medio meramente utilitarista, con precisos y mundanos objetivos. Mientras la poética busca la exaltación del espíritu humano, la política en cambio ve al hombre como cifra, cuota, objeto puramente material de intereses mezquinos y egoístas. ¿Existe acaso alguna revolución política en la tierra que haya liberado al hombre del dolor y el sufrimiento, del hambre y la diferencia? ¿Cada cruenta revolución no es acaso el simple paso de un régimen opresivo y explotador a otro igual o peor? De lo que sí estamos seguros, por ejemplo, es que obras poéticas importantes como la de Neruda, tienen su lugar pedestre en el tema político partidista, o que la mayor parte de la obra de Maiakovski y todo el realismo socialista no pasan de ser panfletarios. ¿Qué queda de tanta poesía escrita durante la revolución de Nicaragua? ¿Y de nuestro poeta vanguardista Luis Vidales, ¿qué prevalece, Suenan Timbres o la Obreríada? Podríamos decir con Calvino que la poesía es viento, nube, pájaro, y que a contrario sensu, la política es oscura roca, piedra del camino.

Ahora bien, en Colombia existen ejemplos bellos de poesía comprometida como este texto de Juan Manuel Roca, Epigrama del poder: “Con coronas de nieve bajo el sol / cruzan los reyes.” Así como este poema de Luis Aguilera: “El casco rojo del soldado / puso en la calle un sol de medianoche. / La ciudad por entonces ardía en los puñales / y el miedo se quedaba tras los pasos. / Nada había: ni viento ni aire respirable. / La pólvora en pájaros recientes perforaba el cielo. / Y a lo largo hubo árboles que nunca fueron árboles /sino horcas con follaje. Y sé – lo dicen los despachos noticiosos – que el hambre encumbra cuervos / sobre aldeas y que en los campos los perros / arrastran, del pie de los caminos, / los cuerpos caídos en la huída. / Toda generación nace en la postguerra / y hay que hacerse a la idea de que pronto pasará lo que se teme, de que nunca es extranjero / un hombre muerto. Toda tierra es patria / si se recibe una andanada de balas en el pecho / y se queda uno tan solo, / y sin huellas ni puntos cardinales. (Historia para contar a un niño bengalí).

Podemos mencionar otros poetas, otros poemas, que respetando las condiciones de la alta palabra, se aventuran en el tema político o de la violencia, como es el caso de Fernando Charry Lara, que de pronto, sin salirse de su lirismo misterioso, sugerente, nocturno, nos sorprende con un poema que trata de la violencia expresada en una pareja que yace muerta en una carretera: Llanura de Tuluá; Eduardo Gómez, el importante poeta de Miraflores, es asimismo una de las voces altas de nuestra poesía que aborda con éxito el tema político y social: su primer libro, Restauración de la palabra, es una clara muestra de ello. Seguramente el lector encontrará otros ejemplos de cómo se puede comprometer, vivir la actividad política, revolucionaria, denunciar los atropellos e injusticias que contra el pueblo ejecuta el sistema, a través de la más alta expresión del lenguaje, la poesía, es decir, sin caer en el panfleto o la mera denuncia.

Claro que el poeta, como individuo que es, como ciudadano que es, comporta necesariamente una entidad política, esto no tiene discusión. Mas la poesía es libertad, fortaleza espiritual frente a los problemas del hombre en su relación consigo mismo, con el entorno y con el otro en su necesaria y vital comunión humana, y por tanto no puede estar amarrada, subyugada, encadenada, supeditada a cualquier otra disciplina o actividad que la disminuya o la extravíe en sus condiciones ontológicas.

Tal vez el mayor ejemplo de amplitud y de aporte intelectual en Colombia sea la Revista de poesía y literatura Mito, creada en 1955 por Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, poeta, ensayista, y crítico, respectivamente, como posibilidad de vindicación cultural frente al enorme vacío dejado por la política ultra reaccionaria de Laureano Gómez y su prolongación, el Frente Nacional, y que reúne la importante generación de intelectuales que lleva su nombre, entre los que resaltan, además de sus fundadores, el poeta Eduardo Cote Lamus, el escritor y periodista Hernando Téllez, el político de izquierda Gerardo Molina, los narradores García Márquez, Jorge Eliécer Ruiz y Pedro Gómez Valderrama, los poetas Álvaro Mutis, Fernando Charry Lara, Fernando Arbeláez, Héctor Rojas Erazo y Rogelio Echavarría. La revista llegaría a nutrir la intelectualidad del momento, (los años 50), así como a las generaciones posteriores.

De los aportes de Mito cabe destacar la implementación de los elementos necesarios para una convivencia intelectual, en la medida en que no adhirió a una ideología determinada, ni a intereses políticos mezquinos. Al contrario, sus colaboradores fueron de izquierda, del conservatismo y del liberalismo moderado. El hispanista y crítico colombiano Rafael Gutiérrez Girardot anota que “la calidad y la honradez eran el único mandamiento y el lazo humano que los unía”. Criticó igualmente la revista la exagerada tendencia de la sociedad del momento, de ver y convertir la poesía en mero ornamento, oponiendo a ello, la disciplina y el rigor en el hacer poético.

La Casa de Poesía Silva constituye un claro ejemplo universal de decisión por la alta palabra. Fundada el 24 de mayo de 1986 en una vieja casa del Barrio La Candelaria, construida hacia 1715, tuvo desde el comienzo como directora a la poeta y periodista María Mercedes Carranza, quien le imprimiera una dinámica capaz de situarla en un lugar destacado en el concierto internacional, proyecto precursor, acaso único en su dimensión dignificante. Lugar de encuentro, de consulta, de lectura, de asistencia a recitales y conferencias, de escucha en la voz de innumerables autores, de acercamiento a su historia, es testimonio de la elección por la poesía. Allí se reseña el curso de la poética nacional. Ofrece los servicios de Talleres de poesía; biblioteca y librería especializadas, fonoteca, auditorio, poesía a la carta. Su Revista anual registra cada uno de los actos, lecturas, conferencias, encuentros. Sus convocatorias anuales, con temas alusivos, estimulan la creación poética. Las visitas guiadas a la que fuera la última morada del modernista José Asunción Silva (1865-1896) y que hospedara al poeta Aurelio Arturo (1906-74) contribuyen igualmente a enaltecer y conservar la memoria poética de la nación. Campañas como La poesía tiene la palabra, Descanse en paz la guerra y Los Alzados en almas, son aciertos dirigidos a atenuar, con ese humor poético, el imperio de la violencia.

El más importante aporte poético de esta postmodernidad en Colombia lo constituye el monumental hecho conocido como Festival Internacional de Poesía de Medellín. Surgido en 1991 por iniciativa de la corporación de arte y poesía Prometeo, como respuesta a la violencia desatada que ubica a esa ciudad entre las más peligrosas del mundo, con las tristes consecuencias de laceración de las bases de la sociedad creciente, el deterioro del lenguaje cotidiano, el menoscabo de la dignidad y toda una tensión en la población que se debate entre el miedo, el desconcierto y la alta palabra, se constituye desde el principio en una clara alternativa de resistencia espiritual frente a los violentos, sustentada en la fervorosa acogida, en el milagro de una convocatoria creciente, en la simpatía de los sectores más vulnerables, en el despertar de una nueva conciencia: la solidaridad poética. El espíritu se anima, se estremecen los corazones anhelantes, se congregan las voces, se propician los abrazos y una nueva era empieza en donde la poesía es la con-vida-dada al festejo del reencuentro. “Es en los tiempos aciagos cuando la poesía eleva su mirada a la cumbre donde capta la luz”.

De una asistencia en el primer Festival de mil quinientas personas a la lectura de 16poetas colombianos, se pasó entusiastamente año tras año, a la convocatoria de cientos de personas en el XXI Festival, en la lectura de 90 poetas de los cinco continentes 164 actos programados y realizados. Es decir, el Festival Internacional de poesía de Medellín reúne en veinte años de existencia a 863 poetas de 143 países, para un auditorio de más de dos millones de personas, hecho que lo constituye en el más importante y multitudinario ejercicio de libertad y fraternidad humana alrededor de la alta palabra. “Es una expresión de la lucha contra la guerra, por la libertad de creación, de pensamiento y de reunión.”

Surgido de la apremiante necesidad de crear espacios frente a la violencia de la ciudad de Medellín, considerando la acción liberadora y dignificante de la poesía, el festival pasa rápidamente de nivel local a nacional e internacional, y de evento que ofrece a la comunidad recitales y algunas presentaciones de videos sobre la vida y obra de poetas, a incluir dentro de su programación Talleres de poética, con la creación de la Escuela de Poesía de Medellín en junio de 1996. Es un movimiento internacional que aglutina millares de personas ávidas de luz, de poesía. Fue declarado patrimonio cultural de la nación, y distinguido con el premio nobel alternativo de la paz en 2006, en reconocimiento al coraje y a la esperanza en tiempos de desesperación” Es el modelo para la fundación de festivales en Argentina, El Salvador, Costa Rica, Venezuela, Nueva Zelanda y otros, como el festival itinerante de África.

A partir del XX encuentro realizado en 2010, se inician las primeras conversaciones a nivel de directores de festivales, con el propósito de constituir La Red Mundial de Festivales de Poesía, que en 2011 desemboca en la fundación del denominado Movimiento Poético Mundial. Allí se discutió la relación entre la poesía y la paz, la reconstrucción del espíritu humano, la reconciliación y recuperación de la naturaleza, la unidad y la diversidad cultural de los pueblos, la miseria material y la justicia poética y sobre las posibles acciones a tomar en pos de la globalización de la poesía.

Este es un movimiento humanista como ningún otro en el mundo. Es la rubricación de la verdad respecto de los alcances liberadores y libertarios de la alta palabra. Si se pudiera medir la disminución de la criminalidad en Medellín, y la extensión de sus efectos al resto del país y aun de las naciones vecinas, podríamos llevarnos afortunadas sorpresas. El efecto multiplicador de cada poema reside en la conciencia de los miles de asistentes a las diferentes jornadas en Medellín y las demás ciudades en las que tiene presencia el Encuentro. Digámoslo con Octavio Paz: “Operación capaz de cambiar el mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior”