Por: Hernando Guerra Tovar
“Si hubiese sido posible erigir la Torre
de Babel sin subir por ella, su construcción
nos hubiese sido permitida.”
Franz Kafka
Tal vez el mayor reconocimiento que se le puede hacer a una generación estética es su fracaso frente al sistema de producción, cualquiera sea la fuente política, religiosa o filosófica que lo sustente y el orden económico mundial de su momento histórico. Y no puede ser de otra manera toda vez que la poesía es crítica en su esencia y entre más distancia o resistencia tome respecto de la sociedad, mayor es su posibilidad de fallo. El éxito del sistema económico y político es directamente proporcional al descalabro de la posibilidad artística.
En este contexto se sitúa la auto denominada Generación Fallida, grupo que dirige el Poeta, escritor, abogado y divulgador cultural Juan Carlos Céspedes Acosta, con sede en Cartagena de Indias y en el Portal la Urraca de la Red, integrada por los poetas y narradores reseñados, quienes publicaron en Ediciones Pluma de Mompox S.A de Bogotá, la antología que lleva su nombre.
JUAN CARLOS CÉSPEDES ACOSTA
Un sentimiento de ironía recorre la palabra de Juan Carlos Céspedes Acosta. El ser constreñido por el entorno, por una realidad excluyente que lacera su esencia, es en este autor motivo poético del que observa y denuncia. El lector encuentra en su poética la marginalidad del ser, su devenir histórico de aislamiento. Tal vez la separación ontológica, el pecado genésico, concurra en la poesía de Céspedes Acosta para recordarnos la tragedia del hombre enfrentado a sí mismo. La ausencia como principio de escasez predomina en sus textos. La soledad del poeta, la inanidad de su accionar en un mundo que no le acepta, que no le lee, que ni siquiera asiste al recital gratuito en donde anhela compartir su sueño, es la soledad del hombre, la escisión, la fragmentación del ser, el rechazo del otro: “Sólo han venido cinco chicos a escucharme / Para nadie fue noticia la lectura de mi poesía / alcé mi mano libre y dije // De aquí no se va nadie / Que ahora somos suficientes.”, (5 pm Patio / Poesía). Poemas como “El último héroe”, “Mi último atavío” y “Cabina 12”, son tres cantos tristes, casi Elegías, de una misma angustia existencial, el desamparo del hombre en un entorno de separación y distancia: “Carpintero / Olvida en tu memoria la madera / Espera que vuelvan los ojos de buscarme / Cuando veas claveles en mis manos / Sabrás que puedes reiniciar tu tarea.”, (Mi último atavío). El destino de Sísifo no es diferente al destino del leproso, al del poeta, ni al de nosotros. Todos asistimos al mismo castigo, pero más que un castigo de los dioses, esta condena habita en nuestras propias conciencias. Cuando el hombre es consciente de su destino, empieza su dolor. Pero el dolor, como dijera Camus, hace posible también la dicha en términos de propósito: “No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.” Y el poeta Céspedes Acosta, en su palabra diáfana como la luz de la noche, nos dice:” Quizás lo que realizamos piedra arriba / sea el eterno descifrar del paso olvidado / donde encontraremos las claves precisas / para que algún día la roca ocupe su lugar en la cima” (Sísifo).
RUTH PATRICIA DIAGO
Una poética del cuerpo entre la cotidianidad citadina es el cuadro que nos presenta la palabra de Ruth Patricia Diago. Un mundo de alegría fluye en sus versos en un lenguaje ágil, libre y decantado. La fiesta interior del ser extiende su flor cálida de sol y brisa. Si extender es el verbo del amor en contraposición al miedo que induce proyectar, entonces aquí hay amor percibido en el entorno feliz del tiempo: “Olaya y sus ruidos / rodeando las mejores horas.” Cuando hay paz interior el mundo sobra, parece decirnos la poeta. “Y este cuerpo que recicla sus placeres / es servido a voluntad y sin remilgos de tiempo.,” puntualiza en Abstracciones de lego, texto en el que, como en los otros de la muestra, el tiempo discurre hecho motivo. El tiempo es cambiante. Ello lo diferencia de la eternidad que es inmutable. Por eso la alegría iniciática se trastoca en angustia en Rescoldos, donde Ruth Patricia enseña su perfil existencial: “Sólo resta el desencanto / irrefrenable de tantos años.” Y la cotidiana vida de uno y de Ellos, los otros. El tendero, la cama, la caja de fósforos, las bolsas para la basura, las prendas interiores, el padre y Vivaldi; universo coloquial, sencilla vida en un erotismo sutil que fluye gracioso. Ellos, los otros, cumplen la cita del ritual entre la hierba “en busca de luz”. Bello relato erótico entre el tiempo del ser en su plenitud del entorno sencillo de las cosas propias y del otro, la poesía de Ruth Patricia Diago.
GONZALO ALVARINO MONTAÑEZ
Contención, precisión, el sentido semántico que se extiende en la percepción del lector, virtudes de la palaba breve en que se expresa el mundo interior de Gonzalo Alvarino Montañez. Rica en imágenes, fluida, entre lo onírico y lo real, enlazada a la sencillez de las cosas cotidianas, esta poesía nos va mostrando el mundo como en un prisma en donde la luz es atravesada por una lluvia lenta, sensual: “La luz te busca para ser más luz en tu cuerpo / intenta besarte / entra por el espejo / se detiene en tus pies / descubre un camino / levanta la sábana / sé que estás allí para unir la mañana.” (Prisma). Cada poema es una provocación, un contenido cierto pero expectante, un eco sugerente. El Yo poético se desliza entre un Tú que invoca y evoca en el entretanto del diálogo que formulan las gotas, los pájaros, los insectos, el árbol, la luna sin incógnita, el acontecer de las cosas raras, pero comunes al fin, diría. Hay una simetría, una correspondencia entre lo visible y lo invisible, entre lo diurno y lo nocturno, una lúdica que agrada, que atrapa. Tal vez esta palabra tenga su fuente en la “santísima trinidad italiana”, como la denominara el mismo Montale, así como en la bella tradición de la poesía china. Pero Alvarino Montañez le agrega la gracia caribeña, la cadencia, el fluir que le da un toque de naturalidad, un dejo de autenticidad bastante original entre el grupo de esta muestra: “Esa extraña manera de contar pájaros / y acariciar insectos con tu voz / despierta la mañana / Tus pies iluminan las escaleras / La reja que nos separa cede a tus manos, / en tu mundo de un solo árbol / todo es posible.” Y la metafísica del tiempo: “Morir como Li Po / con la certeza de una pregunta sin respuesta. O, en el mismo texto, Poemas de tres centímetros, estos versos que dejan una sensación de extrañeza, de distancia cercana: “Las piedras tienen mucho que decir / y sin embargo guardan silencio.”
ROSEMARY MACIÁ VILLANUEVA
En la voz de Rosemary Maciá Villanueva la sátira poética es un instrumento para retratar el entorno colmado de prejuicios de una sociedad pacata. En un lenguaje sencillo y despojado la autora denuncia la hipocresía, las anacrónicas costumbres enquistadas en el hombre contemporáneo. Figuras de autoridad moral en entredicho interno. La maestra de escuela que odia los niños, el sacerdote que “nunca ha creído en el rito que oficia”, la esposa que sorprende a su marido en tentación, el hombre que alcanza la senectud cultivando virgen una sagrada perversión. El ritual de la eucaristía es aquí motivo de reflexión sobre el celibato, la fe, la tentación, el hecho mismo de una dicotomía interior, el eterno conflicto del hombre en su condición instintiva enfrentado a un canon religioso que le comprime. En el trasfondo de la situación ética el individuo es presa de la culpa como condena al pecado que se convierte en delito continuado: “Qué hacer ahora / a sus cuarenta años / cuando ha probado la carne / Cómo seguir. De dónde sacar fuerzas / Acaso de ese cáliz lleno de vino / que no se convierte en sangre / (…). Un aliento de transgresión recorre esta poesía. La sospecha observa siempre al sujeto y deriva en juicio. Cada comportamiento en auto condena. La fuga definitiva de Antínoo a orillas del Nilo quien en virtud de la ironía y del imago poético renace o florece en el Camellón de los Mártires de Cartagena de Indias, lugar emblemático del sacrificio político: “Huye Antínoo / Resérvate para Adriano / Ya ves que Calígula y los otros / se pelean por ti / Ellos se creen los dueños de la ciudad / Ellos y sus máscaras / Huye y no tropieces / con los bancos de madera / Ya sé que está oscuro / y el canto se quiebra / pero tú eres ágil y hermoso / no permitas que te alcancen / en el Camellón de los Mártires / tu mundo es otro.”
CELSO MONTOYA PALENCIA
En textos breves de corte erótico la palabra de Celso Montoya Palencia se desenvuelve en un lenguaje sugerente como profecía del cuerpo siempre ahí. El Tú es principio y fin de esta poesía envolvente. Cada poema es encuentro y reencuentro, ausencia tangible en el olor de la piel y sus dones: “No me nombres / pero dame a oler tu vestido / donde viene envuelto tu pasado.”, (Así es como te conozco). La evocación del deseo hecho caricia llega al tiempo que es ahora o eternidad consumada. Todo confluye en la intención del placer que se prodiga en inocencia: “Sus brazos se escaparon / por la hendija de su pecho / y brillaron en la boca del deseo. / Su lengua / con el olor que devoraba del aire / casi toca mi cuerpo / y mis labios se saciaron lamiendo su pudor.” (Principio de un fin). Se convoca aquí una fiesta de los sentidos que se intuye desde el conocimiento mismo del misterio en la mirada permanente: “Mi cuerpo es una fiesta. / Pásame la lengua.”, (Haz conmigo una fiesta). Tiempo y espacio que se ofrece en el acto como una historia de camas, piernas abiertas, caderas, dedos, lenguas en la propicia singularidad del abismo. Se prodiga una cierta magia en la curvatura del instante: “Una cosa es que te lleve en el bolsillo / otra que te saque del mismo como pañuelo”. El Yo poético de Montoya Palencia, como una luz, encuentra eco y se extiende por la hora en la pequeña abertura del milagro, remolino de locuras, explosión al fin, plenitud hecha palabra en la piel de su amante: “Sus huesos se retiraron a lo profundo / solo quedaron sus carnes / asomadas a la pequeña abertura.”
ALICIA NORMA ALAYÓN
Tres relatos bien estructurados sirven para darle una mirada a la narrativa de Alicia Norma Alayón, que se desenvuelve en un lenguaje sencillo cargado de poesía: “Sin azúcar”, “Manos”, “Otoño”, historias donde la tensión de la palabra gana lectura desde el comienzo. En “Sin azúcar”, el título denota la amarga enajenación de una mujer que regresa al sitio de siempre, ordena dos cafés, el mesero vacila, se repite la orden, “obvio, siempre han sido dos, desde aquella mediatarde…”. Susurra la torpeza del mesero, siente la caricia de la pierna por debajo de la mesa, y la reflexión que sustenta la historia: “Desde el primer día supe que eres para siempre, a pesar del mundo, a pesar de esas construcciones sociales que limpian sus uñas en las carnes ajenas”. Diálogo abierto con su amante. Miradas. Extrañeza de la gente. Al caer la tarde el mesero lleva la cuenta, mira de reojo el café frío y dice: señora, él tampoco vendrá hoy y ya es hora de cerrar”. Es la historia de la ausencia, del desencuentro en donde el final sorprende al lector. “Manos” es un monólogo poético en que el título sugiere el texto que fluye ligero en la relación cotidiana de hechos amorosos enlazados en la caída paulatina de cada uno de los dedos: “Ahora alguien me ha dicho que es un defecto genético, pero no lo creo. Yo creo que saltaron de mis manos, porque eran ágiles y fáciles para la caricia.” La caricia es principio y fin del relato. “Otoño”, el cuento más poético de los tres, narra con fluidez irónica la enajenación de quien recluida en un sanatorio ve pasar las escenas amorosas de un Tú que es árbol en la caricia de la brisa, su amante, la protagonista de esta bella historia bajo el efecto de los sedantes. Alicia Norma Alayón configura en esta breve muestra una narrativa poética limpia, estructurada, con buen manejo estilístico, sugerente, con unidad temática, un Yo en diálogo que a la vez es monólogo de la locura, de la ausencia, de la caída, del devenir, de la palabra cierta de un universo profundo, psicológico, pleno de sorpresas y encantamiento.
MARIO ALVIZ
Un misterio revelador de los dioses converge como oráculo en esta breve muestra poética de Mario Alviz en la lectura atenta de tres textos, dos de los cuales asumen la poesía en verso y el tercero que la vierte al relato. El poeta conspira contra la anécdota de una cotidianidad tensa en la simbología propia del arcano y su significado trascendente para propiciar la palabra suelta, coloquial, en donde la impaciencia es atadura, nudo de las cosas, alerta de los sentidos, acaso presagio del silencio. Si función de la poesía es re-crear, aquí se construye el hecho mismo de una costumbre inveterada, ancestral como el ser mismo que la invoca y que se torna guía en el azar, lámpara en el camino del instante petrificado. Un tono erótico, común en varios de los reseñados, habita esta palabra, en el que el Yo poético se abisma en la penumbra, en las “estrías de tu oscuridad”, como fuente de placer no exento de dolor. Puede decirse que todo placer deriva dolor en el acto amatorio y que se requiere una mordaza que acalle el grito de la memoria o al menos el del silencio: “Mis manos vagan / de la cintura a tus senos / muerdo tu cuello / sólo para robar / tranquilidad a tus míseros dioses.”, (“Intimidad). “Fiona” es un relato urbano, una pequeña tragedia de la modernidad, consecuente con la realidad más inmediata de nuestra dolorosa cotidianidad, el hecho desapercibido de los seres anónimos, pero que el poeta observa y reseña, describe casi de manera psicológica, como en una crónica de lo previsible, triste noticia de cada día en cualquier lugar, a todas horas.
EDISSON DUARTE
Tensión que deriva en intensidad, en subjetivismo; narración sostenida de principio a fin, sin caídas, en lenguaje sencillo, directo, articulado; buenas historias; son virtudes de la narrativa de Edisson Duarte en esta muestra, virtudes predicables de todo buen escritor de cuento. Germán Espinosa decía que “Sin una historia verdaderamente digna de contarse, emprender esa aventura sería como apelar a un trasatlántico para cruzar un charco o un yumbo-jet para atravesar la calle.” Bajo este presupuesto “La fea”, “Cirugía plástica” y “Genoma humano”, constituyen historias normales del acontecer humano, material que el autor trabaja concienzudamente en busca del resultado requerido. Hay una ironía subyacente, un humor fino que enaltece, en el tratamiento que Duarte le imprime a sus historias. Aquí la poesía no cabe, y tal vez ello explica el tono de ironía. El elemento psicológico, ostensible en cada uno de los cuentos, es parte del atractivo, diría primordial para su desenvolvimiento y desenlace. Un comienzo preciso, afilado, con la contundencia del estilo indispensable en la elaboración del entramado, es manifiesta: “Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando la vi, (…), esgrime en “La fea”. La siguiente frase desencadena la urdimbre: “en ese momento no sospeché lo que el destino urdiría en mi contra.” Este cuento da cuenta del manejo estilístico del autor que se mantiene seguro durante todo el relato, conservando el pulso, el monólogo interior, el arranque inicial, hasta un final que consigue sorprender al lector. El mismo tratamiento ocurre en “Cirugía plástica” y “Genoma humano”. Los tres comparten el lenguaje sencillo y fluido, la verosimilitud del argumento, el tema urbano, el pulso, la tensión, el aspecto psicológico, la calidad narrativa. Un elemento subyacente, formador, es común a las tres historias. Hay que resaltar la temática, que se aleja de la desafortunada tendencia actual de la narco narrativa.
EDGARDO HERRERA
Hay oficio en la narrativa de Edgardo Herrera. Los trabajos incluidos en esta muestra denotan un hacer paciente de artesano de la palabra, así como la vocación necesaria para acometer tal propósito. Su escritura refleja un acontecer tallando la piedra de la imaginación, afilando la técnica, consultando oráculos, indagando el asunto, investigando la materia de su obsesión. Los temas escogidos son de carácter universal en su sencillez pero también en su oscuridad. Observamos aquí economía de recursos y de lenguaje. Objetivismo y subjetivismo enlazados en una palabra que es a la vez figurada y hermética. “Mr. President” es un texto críptico en el que Herrera hace gala de sincronismo, economía del lenguaje y un tono poético que gana en atractivo para la lectura en tanto la ambivalencia en sus dos acepciones: como interpretación y como sentimiento.” Los zapatos de Simón”, es un cuento breve, ágil en su desarrollo, con una descripción apropiada y apretada a la extensión y a la velocidad de la narración, con la verosimilitud que da una historia común de cualquier ciudad en donde se presenta un accidente de tránsito con muerto. El atractivo de este cuento se da en el aspecto psicológico cargado de poesía: la actitud emocional de las personas que rodean el cuerpo, de curiosidad, estupor, y repugnancia frente a los olores, en contraste al sentir de Simón quien “extasiado entre el gentío, contemplaba absorto los zapatos del muerto, y se imaginaba radiante, luciéndolos un sábado por la tarde.” Este elemento narrativo, la actitud de Simón respecto de los zapatos y todas las descabelladas pero graciosas ideas que se le ocurren, cubre la mayor parte del texto, desde el título hasta el final, salvo una rápida introducción de tres líneas. El desenlace, fluido y consistente, deja sin embargo una afortunada, poética, sensación de vaguedad y extrañeza.
No sé si este colectivo constituya una generación en el sentido propio de tal denominación, la cual debe cumplir requisitos como la edad de sus integrantes, una postura ética frente a la sociedad, aunada a la calidad estética de su trabajo. De esto último estoy seguro. Existe homogeneidad en el nivel de la propuesta poética y narrativa de los aquí reseñados, en lo que a calidad se refiere. Hay en el trabajo de este grupo que dicho sea de paso, se mantiene casi anónimo, destellos de luz y de sombra propicios al desarrollo y crecimiento en tanto mantengan vivo su interés común y continúen la senda elegida de acuerdo a sus vocaciones particulares.
En una sociedad autista como la colombiana, en la que los grupos de poder condenan cada vez más al exilio las manifestaciones del espíritu, la labor emprendida por la Generación Fallida es loable y merecedora de todo entusiasmo.
La Generación Fallida, que somos todos, le recordamos a esta sociedad sombría la iluminada reflexión de Giuseppe Ungaretti, uno de los más importantes artífices de la esencialidad poética:
“Toda verdadera poesía resuelve
milagrosamente el contraste de ser
singular, única y anónima, es decir
universal.”