miércoles, 25 de julio de 2007

De Sombra embestida

OLVIDO

Yace la vida envuelta en alto olvido

Quevedo

Árbol distraído en la distancia. Callado el viento

en la hora del río. El valle detenido en el camino, en

el musgo de la piedra. Absorto el día. Todo en el

olvido. El abril de sueños y locuras. Todo,

menos la palabra.

LABERINTO




¿Acepta el secreto estar oculto?

Nadie ha preguntado al secreto su condición de
ser, su voluntad de encierro, su triste realidad
de exilio.

¿Qué piensa en su oscuro laberinto?.

EXPULSADO


Morir; aunque sólo fuera

para burlar el insomnio

Gesualdo Bufalino



Juega con manzanas verdes en el mismo árbol

como bosque donde anida la serpiente ciega.

Vaga por los caminos del sueño y la vigilia, transita
la herida, recorre la llaga iluminada.

Muere cada noche en su delirio.


NADIE


A Juan Manuel Roca



Nada le importa a Nadie, sólo la montaña lejana,

la visible entre la niebla, la que exhala un viento

breve.

Lleva un bullicio que todo lo exterior silencia:

una muchedumbre en sus confines, un ruido en la

tiniebla de su adentro.

Marcha solo entre la gente.

El que altera el destino del viajante. El que limpia

la bruma, espía del sueño.

Acaso una sombra que cruza la tarde.


EXTRAVÍO



La ciudad está en otro lugar, el cielo se nos viene

encima como laberinto.

Cruzamos la noche por calles inconclusas.


DESARRAIGO



Como al principio el extravío, la separación.

Como la primera vez el desarraigo.

Y los años descendiendo verso a verso,

la frágil escalera del poema.

ALBEDRÍO

A Mauricio Contreras Hernández



De los escombros elige el que te guste.
Hay azules cielo despejado,
para aquellos que sueñan paraísos
donde la luz no alcanza.
Hay verdes, como el vientre del bosque,
colmados de hojas y de alas.
Los hay rojos como la sangre
que se vierte en cada guerra, en todo vino.
De los escombros elige el que te guste.
Hay variedad de grises olor a bruma.
El negro escondido en algún rincón

/ de la tiniebla.
El blanco páramo.
El que inventa el calor de la canícula.
Puedes llevar los colores del sol y de la flor,
acaso el lila, el magenta, el rosa.
Puedes llevar los colores de la luna y la semilla,
los oscuros colores de la tierra.
Puedes llevar el amarillo-dorado,
como el alba o la tarde, como fruto maduro,
como ese viento que danza en los trigales.
De los escombros elige el que te guste.
Sólo tú sabes el color de tu miseria.

1 comentario:

Daniel Escalda dijo...

Un poemario, igual, pero diferente, tiene el sello induscutible de la madurez que nos tiene acostumbrado Hernando Guerra.
La sensibilidad, le brota por los poros de cada letra. Hernando logra con sencillez, como si fuera o fuese sencillo, cerrar un verso, y dejar el poema abierto. Da la sensación, de absolutismo, cuando se trata del principìo de algo inexplorado...