miércoles, 25 de julio de 2007

De La noche del árbol

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VÍRGENES


Asisten al rito de la luna, ebrias de deseo,
sobre la noche de la arena.

Encendidas de silencio, el mar las acoge
tiernamente en su lecho insondable.


TU CUERPO HOGUERA


Crece el fuego, se dilata. La luna discurre tierna
por el paisaje amoroso de la noche. Crepita la llama.

Tu cuerpo hoguera consume mi penumbra


LA HERIDA DEL FUEGO




A Raúl Gómez Jattin,
en memoria.



Pequeña sombra que habita en el centro de la llama, fisura del verbo,
prolongación del abismo, eterna llaga de la luz.



ACTO FINAL


Tus deseos exaltados sobre la noche sola.

En la penumbra tu cuerpo desnudo, cubierto de luz.

Entonces penetré el umbral hasta diluirme.



EL PATIO DE MI CASA


Mi casa sobre la orilla del abismo, al lado de las nubes,
territorio del viento, es una confortable mansión de precipicios.

Su patio: el largo vuelo del pájaro.



LA NOCHE DEL ÁRBOL


Acaso un sueño de murmullos, en el silencio
limpio, húmedo del bosque.

La noche del árbol: pesadilla del hacha que hiere la sombra.


LA HORA

Envejece la piel de la memoria. Los días cruzan raudos
los predios del tiempo. En la primera edad,
una brisa de hojas regala fragancias,
y un rubor tembloroso, crece desde el verde.

Envejece la piel. Los días cruzan raudos.

¿Cuándo, Señor, el viento borrará mis pasos?



EBRIO




A Dylan Thomas
en memoria


Cazador de bosques incendiados donde la llama quema la sombra.

Bebedor de fuegos y silencios, de afilados silencios como cuchillos, consumió el licor de la tarde, horizonte al rojo, y abrió la puerta.

Ciegas palomas huyeron de la tierra.

Alguien, en la calzada de la noche, halló un cuerpo desnudo, vacío.



PUERTA


Por la puerta abierta alguien entra o sale.
O, tal vez, es la sombra del que pasa, de quien se aleja.



MIEDO



Miradme, en mí habita el miedo
María Mercedes Carranza



Miedo a la sombra que acecha en la esquina.

Miedo a la mujer de falda corta y piel de luna, a su vigilia de cuerpo afilado.

Miedo a la noche y al día que despierta rojo; al fuego, al hielo, al hilo que cose mi grito.

Miedo a ese animal que cuelga de cada silencio.

Ese seco, húmedo, tembloroso miedo: mi amigo.



MEMORIA

mi madre.
Bajo tanta lluvia de Dios te recuerdo camino de la aldea, llevando de la mano un niño asombrado, tu rostro sereno, tu sonrisa; mientras el río se inflama, ruge; crece arrastrando a su paso la tarde que se desploma entera, el viento, la montaña, la aldea toda.

Memoria erguida en una bella garza.



EDAD DE FÁBULA



A Chelo.


La aldea encendida en la alta noche, y el viento,
ah, el viento entre los sueños: pájaro, montaña.

Edad de fábula.

Desde entonces nos persigue la utopía,
y un misterio en cada paso que avanzamos,

o que retrocedemos.



PUENTE


A Carlos Andrés Almeyda





Para alcanzar la otra orilla del sueño, es preciso tender un puente de metales y brebajes, sobre el vacío tembloroso de la noche, dispuesto a resistir el peso de las huellas, que pueda mantener el equilibrio de la memoria, capaz de esquivar la bruma de los abismos.

Es necesario atizar el fuego, afilar los cuchillos, atrapar el grito con las manos desnudas.

Para alcanzar la otra orilla del sueño, pesadilla del sol, es prudente tender un puente de hechizos y milagros, ignorar la llave, el hilo extraviado en el ojo de la aguja, aceptar en silencio el asombro y el arcano.

Es ahora que despierta la vigilia.




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1 comentario:

Lia dijo...

Hernando, logras en la brevedad de la palabra, un extenso matiz de sensaciones.
Perdón...creo conocer a la gente de la fotografía, ¿fue sacada en el Chaco, en el Congreso de la Fundación Mempo?